No hay nada que alguien pueda hacer ya, todo el tumulto se fue, queda la basura de lo que fue una gran batalla taurina.
El torero estaba herido, tenía la sangre de los roces con aquella bestia mojando su traje dorado, brillante; aún había rastros de arena en sus rodillas. Evidentemente el dolor era imperceptible, tenía euforia corriendo por sus venas, había sido un criminal. Mató a la bestia. Tenía en sus oídos los gritos de la gente que apabullaban con un "ole"; no escuchaba el ruido de la ambulancia, ni el de los paramédicos planeando que aguja para coser su carne iban a utilizar.
El torero se enfrentó a sus miedos, le dió batalla a sus sueños, creo fama e hizo lo que le gustaba.
Eso es el amor, la energía que hace correr adrenalina y sentir euforia por las venas.
Aunque no lo quieras lo tienes, el te posee a ti, no creas que tu lo posees a el...
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