En una lucha incansable en donde el vencedor solamente triunfara si es capaz de superar todas las pruebas que la vida le da. Una lucha que día a día le da esperanza al corazón, en la que al dormir nos pone tristes, pero al despertar nos hace querer empezar de nuevo. Y así como ayer nos hizo odiar, para mañana nos hará suspirar una vez más. No hay mayor muestra de valor que la que se hace cuando se entrega el corazón, no hay mejor victoria que la ganada a través de la verdad.
Y así, dentro del campo de batalla, continuamente me preguntaba si iría a sobrevivir, no tenía la más mínima duda de que estaba ahí por algo, las coincidencias no se conocen en mi vida. Despertaba todos los días con la imagen de mi madre en la mente, eso me hacia querer ganar más de las batallas, sabía que dentro de esta sangrienta guerra ella estaría preocupada por mi, pero yo no podría regresar a casa y dejar la incesante lucha, mis compañeros caían muertos a mi lado. Regresaba del trance y con toda la furia que me hacían sentir aquellos infantes que solo mataban por matar, tomaba el cañón y disparaba. Alguna vez prometí nunca lastimar a otro ser humano, pero no podía evitarlo.
Y hablé, hablé con la verdad, y el enemigo no moría, yo comenzaba a tener mucho miedo de no tener el remedio para acabar con esta pelea a muerte. Sin embargo, me di cuenta muy tarde de que yo no conocía la verdad.
Mi cabeza comenzó a dar giros, no podía concentrarme en un solo pensamiento, todos iban de un lado a otro, estaba herida.
Mi vida comenzó a pasar frente a mis ojos, y de pronto vi esa luz y una aparición tan hermosa, que me había invitado a seguirla…
IsSa ©
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