Aun lo puedo sentir como si yo misma lo hubiera vivido. Era el salón Rojo, aun no se por que lo llamaban así, tenia una extrema belleza disfrazada de aquel terciopelo, tal elegante… tan siniestro.
Ella estaba ahí, con un vestido hermoso y entallado que cualquier mujer desearía tener al igual que su cuerpo, era una mujer perfecta. El reloj marcaba las cinco de la tarde y ella lucía fresca. El color de su vestido hacia juego con el contenido de su copa de vino. Se notaba algo distante, sus pensamientos salían a través de sus ojos y chocaban contra la puerta del recinto, uno sobre otro, no dejaban de volar. Los hombres que la veían quedaban atónitos con su belleza, pero ninguno se atrevía a hablarle, era obvio que esperaba por alguien. Alguien que se sentía afortunado por haber tenido las agallas y el coraje para haberse acercado a tan bella mujer. Algún visionario que la tuvo entre sus brazos en algún sueño y que encontró las palabras para llegarle directo al corazón.
Un pensamiento más que chocaba contra aquel reloj de cristal y madera de encino que aparentaba edad y elegancia; las seis de la tarde y el último pensamiento escapaba hacia la puerta de la entrada de donde llegaba el. Un hombre alto con porte y elegancia que al cruzar con su mirada revelo una dentadura perfecta y natural. El hombre se acerco a la mesa en donde ella se encontraba y la saludo con un sutil beso en la mejilla. Los ojos de ella al mirarlo encontraron su ruta y destilaban un brillo magnético que dejaba ver aun mas su belleza. Ahí estaban; platicando de cosas fuera de lo ordinario… y reían juntos, al parecer compartían el mismo sueño, pero eso solo era una imitación de la felicidad.
Detrás de aquel vestido vino, a la altura del pecho se encontraba un corazón que latía mas rápido de lo normal, no era taquicardia, era un presentimiento, era una advertencia y era miedo. Miedo de no estar con ese hombre, lleno de elegancia y energía, y miedo de estar para siempre con él. El corazón tenía algunas heridas que comenzaban a sanar pero que sin embargo no resistirían un golpe más. Ella no quería ser fría pero lo era. Ambos aparentaban ser una pareja perfecta, pero el no mostraba su afecto… y el miedo crecía, al parecer la historia quería seguir siendo contada. Ella era capaz de esperar con tal de no ver más lágrimas derramadas.
No es fácil para la luna estar entre los mortales, pero preferiría cambiar su soledad por caminar en tierras mundanas con aquel hombre de tierna mirada que estuviera dispuesto a protegerla, sin embargo el corazón dentro de ese hombre era igual que el metal de las vestiduras que protegían su cuerpo y que al mismo tiempo hacían a la luna sentirse desdichada.